. A mis cincuenta y pico, bidivorciada y millonaria, ¿qué más puedo pedir? Al pobrecillo le encantan mis senos rellenos de silicona... Casi siempre... ¡me siento tan sola! Los lugares donde se ha sido feliz siempre conservan algo de esa felicidad. Esta casa nunca estará vacía para mí. Ni solitaria. Ni fría... Oigo nuestras voces infantiles, las notas del piano... (Vuelve a sonar el Andante de la Sonata 331, de Mozart. Luz de