Me hundí más. Desde los diez años, nunca escuché una palabra tuya de aliento, papá, no recuerdo una mirada tuya de aprobación, papá, ni un comentario elogioso por algo que yo hubiera hecho, papá. ¡Y deseaba tanto que tú también te sintieras orgulloso de mí, no sólo de los chicos! Pero yo no era Mozart, ni tan deslumbrante como Erni, ni tan espiritual como Moncho o tan inteligente como Javier... Yo sólo era una chica y