sese a ver. Que el alma siente necesidad de protección para ese trance y que es el acto de la despedida lo que subviene a tal necesidad, proveyendo, aunque sea con diversos grados de eficacia, la idónea protección, parece demostrarlo el ya descrito estado de inquietud que el fallo en la intención de despedirse origina en el alma de los que la partida ha separado. La tesis, pues, es que si la partida es un límite que necesita protección