telo tu trabajo. ¿Lo hacías sólo por mí? El sacrificio me pareció excesivo. Tú mismo hablaste alguna vez, con amargura y resignación, de aquella clase de francés que repetías diariamente cuatro veces. Una vez me dijiste mientras comíamos: "Cuando seas mayor, no te cases ni tengas hijos, si es que quieres hacer algo de interés en la vida". Y, después, como si fuera un comentario banal, añadíste: "Aunque sólo sea