selaslo medio del río de los automóviles, sin hacer caso de las interjecciones ni muecas de disgusto de los peatones cuyo paso obstaculiza y con los que a menudo, absorto en sus cavilaciones y ensueños, tropieza torpemente. Coger el ascensor, bajar al vestíbulo y pulsar el botón automático de la puerta es asomarse de golpe al informe pastelón del Sentier, sacudido por el frenesí y ajetreo que precede a la calma talmúdica de los sábados: irremediable embotellamiento sonoro, camiones