el tercio final de un lecho cubierto que, cortado por el marco de la ventana, se ofrecía a sus ojos en forma de cuadrilátero irregular. Arriba, en un pedazo de cielo azul marino, brillaban las estrellas. De abajo subía una grata calma nocturna y los olores característicos de las cocinas se habían disipado por completo. El estaba recorriendo descuidadamente las ventanas en penumbra cuando algo reclamó su atención; en la ventana iluminada, sobre el lecho, habían aparecido de pronto dos