selas las había más largas ». El viejo se abstiene de añadir que ninguna hubiera enseñado tan fácilmente la rodilla. El mozo que lo lograba de alguna ya podía esperarlo todo... y acababa consiguiendolo. El viejo la ayuda a terminar la cama y ella lo acepta con naturalidad, así como en otras habitaciones. En un momento dado, la Simonetta le mira con asombro, como cayendo en la cuenta: -Yo creía que en el Sur los hombres no