además del brazo, un escándalo, eso se hacía sólo con los maridos. Cruzamos despacio por lo más largo, desde el cantón de Ribbia hasta la esquina del Municipio... ¡ Qué desfile, niño mío!, ¡ como si tocaran trompetas! Las beatas volvieron las espaldas, los hombres como estatuas. Todos: los que ella no quiso para nada y los que había gozado y despedido, que todos, por sí o por no, llevaban a la Salvinia en sus