a resolver la adjudicación de permisos, licencias, cupos y todo lo que hiciera falta. Estos señores dinámicos, totalmente decididos a saltarse a la torera las prédicas sobre la vida difícil y sus excelencias, daban buenas propinas, se vestían en los mejores sastres, fumaban puros y si tenían chófer le llamaban de tú por su nombre de pila, igual que al camarero o al limpiabotas. Eran los padres de la generación topolino. Que no solamente estaba compuesta por hijas,