cubrió el pie de los árboles. Se veía lechosa, acogedora, lanudita, como si los espíritus de mil borregos blancos estuvieran allí apacentados. "Es la primera vez que veo algo dulce aquí", pensé, levemente reconfortada. Caminé hacia ese aliento tibio de la tierra. La enfermera me siguió, bajo su cofia asomaron una serie de ricitos alambrados como resortes, y dos profundas arrugas --llamadas de la amargura-- caían a pique de las aletas de la nariz hasta
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CAMINAR.1 - Moverse de un sitio a otro dando pasos.