dejar la cama, tenía que prometerle que iba a guardar el máximo reposo: cuando se cansara de estar en la cama podría sentarse en un sillón, pero debía estar siempre tranquilito, sin moverse demasiado. Miguel se apresuró a aceptar las condiciones y, al hacerlo, adoptó una actitud tan sumisa que ni en el médico ni en la abuela pudo infundir sospecha alguna. Para romper solemnemente la promesa y dedicarse a explorar la Zona Deshabitada decidió esperar hasta