, le tomó la mano y le propuso un pacto: no les diría nada a los abuelos si él no les contaba que su hermano había venido a verla. --¿Trato hecho? --preguntó con voz misteriosa. Miguel asintió con la cabeza, avergonzado de su llanto incontenible. A la tertulia siguiente no llevó un libro de Tintín, sino las dos novelas que le parecieron más serias de toda su biblioteca: Oliver Twist y La isla del tesoro. También aquel