Alguna otra mañana entró a despertarle y desayunaron juntos polen y miel. «Serás mucho más inteligente y podrás hacer puzzles de un millón», bromeaba mientras colocaba en la mesilla la bandeja con vasijas de barro, Aquellos días estuvo de muy buen humor. Todo cambió la noche en que le despertó un ruido de pasos apresurados en el pasillo. Miguel se incorporó en la cama y oyó una voz, la del abuelo, que gritaba confusamente en algún lugar de la casa