le, después de bregar desesperadamente con la solidez y constancia de un filete, duro como una suela de plástico, se lo saca de la boca al mismo tiempo que la dentadura y dice a ésta con sarcástico retintín, que se lo coma, si quiere, ella sola, el silencioso, ensimismado vecino de la Rue Poissonnière, después de una serie de mandobles y porrazos a la inocente fachada de su inmueble, arrojará su porfiado enemigo al suelo y lo empujará a patadas