, su desfachatez y falta de respeto, su manía de ensuciar las cosas. Más tarde, alguno, en una pausa de insomnio, se había asomado a tomar el fresco a la ventana a altas horas de la madrugada y había divisado una silueta inclinada sobre la parte baja de la pared del inmueble contiguo: un sujeto de pelo rizado y negro, del que no consiguió ver la cara pero que, de eso estaba seguro y podía jurarlo, no era en ningún