vinieran, sin otra ocupación que embalsarlas. No hubiera puesto a funcionar la cabeza en bastante tiempo de no ser por una idea que la cruzó de improviso y le devolvió el uso de la mente: había comprendido que la voz le acompañaba de vuelta a la ciudad, que cuando habló por primera vez él estaba pisando suelo conocido, que la vuelta al territorio de caza no era virtud de sus pasos sino de la voz y esto le hizo desfallecer: finalmente, todo