punta; mozos de cuerda encorvados bajo sus cargas; claxonazos lastimeros de vehículos inmovilizados en la liga atrapacoches de la Rue d'Aboukir; ejército peatonal desafiante y apresurado, que se abre paso a codazos, casi a empellones mientras carritos y triciclos inventan imposibles trayectos, víctimas de una implacable y difusa atmósfera de agresividad. Los ilotas paquistaneses y bangladesís apiñados en el burladero de la Place du Caire aguardan sombríos una hipotética intervención del destino y el mandadero turco, con deslucido traje de tres piezas