y que lo que tenía que leer era Marx o Lenin. El niño asintió en silencio y se ruborizó al oír a su espalda la risa del abuelo. León Alberto estuvo casi media hora hablando de Cenáculo en el Tabernáculo. Miguel notó que el abuelo resoplaba con desdén y que emitía ruidosos bostezos de aburrimiento siempre que aquél se demoraba comentando sus propias poesías. Discutieron sobre literatura y citaron a escritores franceses y a Federico. Todos admiraban al abuelo porque había sido su amigo.