las gruesas gotas brillando en los cristales al resplandor débil de la vela. Las casas de enfrente eran una masa negra, desaparecían fundidas en el cielo, sin perfiles ni límites. Lucía entraba con la cena en la bandeja y la colocó a su lado, en una mesa baja. --¿Qué has hecho? ¿Dónde has andado? --preguntó. David estuvo a punto de decirle: «¡A ti qué te importa!» Pero se contuvo, porque