lo tapaba y lo dejaba cocer durante dos horas. Poco a poco, y alentada por el encogimiento del joven, va tomando confianzas, le pide que le deje plancharle las rodilleras de los pantalones, le zurce un calcetín, le lava la cabeza porque le ve algo de caspa en la chaqueta, e invita a todas las visitas asistentes a la escena a que comprueben lo limpia que le ha quedado. La dueña de la casa parece haber quedado muy satisfecha del examen