Sobre la época, ya tan lejana, de las miradas, que se inició bajo los auspicios del jugueteo, la audacia y la promesa, empezaba a caer un manto polvoriento de domesticidad, una coraza de buen sentido. La novia empezaba a hacerse el ajuar, a no salir con las amigas cuando él tenía que estudiar, a «guardarle ausencias» si se iba de viaje, a no interesarse más que por el porvenir del novio, por sus quiebros