él no deseaba acostarse todavía. Miraba desde la oscuridad del cuarto de atrás, con la ventana abierta al patio de vecindad y el cuba libre sobre el alféizar. Era una noche de verano a la hora en que el frescor desciende del cielo sobre el rescoldo de un día ardiente. Algunas ventanas estaban iluminadas. Ninguna al alcance de su vista con excepción de la que lucía en un piso inferior. Se hallaba abierta en el muro que hacía ángulo recto con el suyo