, ya sabéis, son coser la ropa de su marido y darle todos los hijos que se ofrezcan. Acerca de estas tres únicas «cosas serias» que, según tan burdo resumen, podía hacer una mujer, nadie le proporcionó a la jovencita de postguerra receta o información esclarecedora alguna más que para llevar a cabo la segunda. No porque el amor y la maternidad dejaran de ser temas mencionados y exaltados hasta la náusea, sino porque la retórica ambigua que los glorificaba