hoy. En primer lugar, a los amigos nunca se les saludaba dandoles un beso, sino la mano. También el lenguaje era deliberadamente circunspecto y elusivo, sin rozar nunca lo escabroso. A un chico a quien se le escapara un chiste atrevido o un taco delante de una señorita, se le catalogaba inmediatamente como un grosero. Ella, por supuesto, ponía cara de no entender. Una de las prerrogativas de la mujer casada es que podía recoger las alusiones subidas