perdido en una tormenta de nieve. A mi izquierda aparecieron, súbitamente, unas luces. Cuando leí Se venden cadenas detuve el automóvil. Me las vendió un individuo que estaba en la puerta de un bar. Le dije que las colocara y entré a tomar un vaso de aguardiente, con una aspirina, porque tenía fiebre. Además, me dolía la cabeza, me dolía la garganta, estaba engripado. En el mostrador me vi rodeado de parroquianos, sin duda campesinos,