día? ¿Qué haces? ¿Por qué apareces y desapareces misteriosamente? ¿Por qué juegas conmigo? --Tú, Jano, sólo piensas en ella. Y pronunciaba esta última palabra de forma intensa y suspicaz. Luego, Jano notó cómo los brazos tiernos y fexibles de la muchacha se aflojaban lentamente, se desprendían de su cuello. Se fueron destensando y, ya libre, vio que Betina tenía los ojos nublados por las lágrimas; y al nublársele, el azul de