fue oscurísima. Oscurísima y muy silenciosa. La única presencia en la noche parecía ser la del intenso perfume de los rosales. Recuerdo, Francesca, que cuando cesó de llover encendí todas las velas que encontré en la casa y las coloqué sobre la barandilla de la terracita y en las ventanas para que te orientaras con su luz. Salía fuera y miraba ora hacia la negrura, ora hacia la ventana del cuarto que hacía de salón y que también estaba iluminada. Encendía luces