que defienden la Civilización Occidental. Pero ambos carismas son, de hecho, patentes de corso. Quienes han visto de qué forma la potencia representante de la utopía comunista -y sea cual fuere el grado de aceptación que ésta pueda merecerle- ha venido traicionando aun la mínima imagen de esa misma utopía, en aras de las en parte motivadas y en mayor parte paranoicas obsesiones militaristas, sacrificando una y otra vez la llamada Causa del Proletariado en beneficio de las Fuerzas sedicentemente