respondieron con sendos gruñidos y continuaron con sus jeremiadas. Una vez en la calle y ya lejos del edificio arrojé a una papelera los distintivos de mi humilde oficio, al igual que la peluca, la pañoleta y los postizos y seguí caminando a buen paso. Tuve que sufrir los comentarios chuscos de algunos viandantes por mor de mi atavío, pero estaba a salvo y bastante satisfecho de mí mismo, porque pese a todas las tribulaciones por las que había pasado, no había soltado
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CAMINAR.1 - Moverse de un sitio a otro dando pasos.