la caída de la tarde conseguía aquel efecto tan peculiar, sólo la cercanía de la noche le permitía comulgar con la quietud y la placidez de su casa mientras tantos y tantos viajeros, en medios de transporte colectivos o individuales, se trasladaban de un lugar a otro pasando por delante del ventanal del salón. Por fin, al caer la noche, ya se recogía plenamente en casa. Entonces, si no estaba solo, se dedicaba a su compañera con gusto, y si