distinguirla, ya supe que ella estaba allí. Y lo supe por aquel ligero mareo y aquellas palpitaciones que surgían en mí al descubrirla. "A la mañana siguiente, sin pensar siquiera en verla tan pronto, me marché a las ruinas de Itálica, donde tantas veces había ido con mi madre. A ella le fascina todo lo que ha pertenecido a un tiempo que ya no existe. Me senté en los escalones destruidos del Circo romano. Estaba solo,