seme era tampoco de esperar que alguien, por la razón que fuese, se preocupara de poner remedio a mi situación. No iba, pues, a desperdiciar una ocasión de hacerme valer a los ojos de quien supuestamente tenía poder para desplazar montañas. No estaba ausente tampoco de mis cábalas, no se vaya a pensar, el elemento patriótico que con tanta elocuencia había introducido en nuestro trato el señor Ministro, pero confieso, no sin rubor, que tan altruista estímulo