buenas maestras! También tú acabarás acariciando, de eso me encargo yo. » La manita que escarba en su pelo le hace daño con un súbito tirón voluntarioso y el viejo ríe gozoso: «Eso, así, ¿ves cómo aprendes? Así, a golpes y a caricias... Así somos los hombres: duros y amantes... ¿Sabes lo que repetía el Torlonio? Esto: La mejor vida, Bruno, andar a cuchilladas por una hembra.»