se lo llevó del brazo por el muelle, y ambos parecían tan desprevenidos que suscitaron ilusiones falsas. "Iban tan contentos --me dijo Meme Loaiza--, que le di gracias a Dios, porque pensé que el asunto se había arreglado." No todos querían tanto a Santiago Nasar, por supuesto. Polo Carrillo, el dueño de la planta eléctrica, pensaba que su serenidad no era inocencia sino cinismo. "Creía que su plata lo hacía intocable", me dijo