espalda. Afloja los brazos que le mantenían en vilo. Descansa de nuevo sobre el asiento. Ha cerrado los ojos. -Estoy muerto yo -se dice-. Estas son las sombras de mi tumba, por eso no se desplazan --dice-. Yo no sueño, ni duermo, estoy muerto. Escucha el sonido de su propia voz. Abre los ojos. Deja caer la cabeza sobre el pecho. Alza la cabeza. Vuelve a mirar al techo. Intentó